jueves, 17 de julio de 2008

Córdoba, la lejanía, García Lorca y la muerte.


Aunque se ha postergado de nuevo nuestro encuentro, ¡Oh Córdoba!; te sigo extrañando sin conocerte. Sigue en mi pecho el ardiente deseo de ver tus torres desde la llanura, cuando llegue a ti lo haré por tierra y a pie en el último tramo. Iré a ti antes que a Santiago y aunque no sea tu cuerpo campo de estrellas, una estrella oculta me ha guiado a ti desde hace mucho. Te deseo, como se desea a un cuerpo lubrico, Córdoba, lejana y sola. Federico insufló en mi las ganas de estar en ti; mi amiga que me presentó a Federico no te extraña como yo... Se aproxima el tiempo en que recorra tus callejuelas y acaricie tu hermosura, mientras tanto... sueño contigo como un mar que me inunda el alma pero no me ahoga, me hace flotar. Y esta semana que la muerte tanto ha gritado su acecho, que la muerte con su constante susurro clama a mi oído su dominio sobre todos, debe esperar. Desde tus torres me observa y no nos podemos encontrar... aún.

La Canción del Jinete

Córdoba.
Lejana y sola.

Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.

Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.

¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay, que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!

Córdoba.
Lejana y sola.

Federico García Lorca


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