
"No hay muerte de nada, sólo en apariencia. El cambio de la esencia al ser parece ser el nacimiento y el cambio del ser a la esencia parece ser la muerte, pero en realidad nadie nace ni muere. Es simplemente ser visible y entonces invisible; lo primero a través de la densidad de la materia y lo último por la sutileza de la esencia..."
Esto lo dice Apolonio de Tyana y esto también:
"La ley nos obliga a morir por la libertad, la naturaleza nos ordena morir por nuestros padres, nuestros amigos y nuestros hijos. Todos los hombres están atados a estos deberes. Pero un deber mayor descansa en el sabio, él debe morir por sus principios y por la verdad que él ama más que a su vida..."
Antes de llamarseles santos a los hombres que hacían de conexión entre el mundo de los hombres y el de los dioses eran llamados daimon, de la palabra griega que significa eso mensajero entre los hombres y los dioses. Apolonio fue un daimon, un intermediario entre este mundo y órdenes superiores. Hoy día y si hubiese sido cristiano sería San Apolonio, lo cierto es que este hombre gozó en su tiempo de una fama tan grande como la de Jesús en los suyos y se dice que no sólo es una prueba del contacto del mundo occidental y oriental sino que en los registros de unos monasterios budistas de Nepal hay pruebas de su visita, por escrito.
Apolonio se dedicó, luego de su instrucción y sus muchos viajes, a la renovación y depuración de los ritos iniciáticos de todos los cultos, desde el culto de Esculapio, hasta los misterios de Isis, Elusis y Orfeo. Un hombre así es un hombre notable.
Apolonio se dedicó, luego de su instrucción y sus muchos viajes, a la renovación y depuración de los ritos iniciáticos de todos los cultos, desde el culto de Esculapio, hasta los misterios de Isis, Elusis y Orfeo. Un hombre así es un hombre notable.
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