miércoles, 31 de marzo de 2010

ENTRE LA VORÁGINE Y CANAIMA


Rómulo Gallegos


Pasé de La Vorágine a Canaima, de Colombia a Venezuela por la vía de la selva, la amazónica, la hermosa la del canto abierto, la del susurro, entre Arturo Cova y Marcos Vargas, entre los caucheros, los buscadores de oro, los asesinos, los aventureros, los estafadores y taimados tahúres. Entre por los llanos colombianos viniendo de Bogotá, remonté la selva hasta El Vichada para llegar al San Fernándo de Atabapo de Funes. Buscando a Alicia olvidando a Aracelis, vengando la afrenta de Barrera. Para luego en el Ventuari, que une el Orinoco con el Amazonas, brazos formidables del coloso que es esta tierra suramericana; en ese lugar aciago desviar mi camino hacia el Orinoco en busca de Canaima, ese dios malo que desnaturaliza al hombre, lo aplasta y lo cambia definitivamente. Entré al bar con Vargas y despaché con el al Cholo Parima, vengando la muerte del hermano viendo como "Aquella fuerza gozoza se convirtió en atormentada". Entre la Vorágine del alma del indio vencido, ese dicurso salvaje del dominado que en secreto se revela contra el dominador, hacia las "Bocas del Orinoco. Aguas del Padamu, del Ventuari..." El rio macho de los iracundos bramidos del Maipures y Atures, con ellos fui a rendir cuenta al mar y decirme de nuevo a mí mismo: " ¿Qué hubo? o ¿Se es o no se es?

Hermosas obras ambas que me llenaron de ganas de volver a Amazonas, donde la selva me llama y el Orinoco imponente me hipnotiza con su fuerza imponderable. Hermosas ambas que me hacen pensar en viajar y en adentrarme en la selva oscura de mí mismo y medirme.