sábado, 22 de marzo de 2014

LA PRIMAVERA 2014, LA NOSTALGIA DE LOS SÁBADOS Y EL VIOLÍN DE RILKE

Imagen: http://plandelecturauni.blogspot.com


Hace ya mucho tiempo, o poco, es incierto el tiempo, a veces... me enseñaron ese poema, no sé si en una noche de viernes, en una noche larga o en una mañana de sábado, de esas luminosas, donde parecía vislumbrar a Dios entre las nubes que trataban de ocultar la magnificencia del pico Toro visto de Alto Chama. Ese poema en medio de la marejada de amor que en mi plexo flotaba entre hormonas, juventud e ingenuidad; abordó sin piedad la nave del objeto al que había fijado mi corazón su ímpetu. Así, en medio de la madrugada abrumadora del sueño inquieto le escribí versos desatinados y sin música, la esperé a la salida del Colegio, en la puerta de su casa, en la calle que la conducía a sus quehaceres, la buscaba en los parques solitarios, en los árboles danzantes, en los bosques secretos, en los barrancos, entre las nubes, en el alba de múltiples dedos. Sentí sin duda como cantaban nuestras almas en la misma vibración, como dos cuerdas de violín tocadas por una entidad superior. Dicha entidad quizá no era más que mis ganas de amar y de ser amado, mis ganas de ser, simplemente las ganas de Ser un ser. 

Hay versos que han sobrevivido los embates del tiempo, los ciclos incesantes, versos que han sobrepasado el ciclo de Saturno, esos versos echaron raíces en mi espíritu y me acompañarán mientras viva, quizá y ojalá sobrevivan las muerte y sean parte de los que sea pase luego del transito inevitable. Hoy día que sí sé, que sí he sentido mi alma vibrando junto a la de mi Paz, aún persisten los versos en mi pecho... Por eso por esta primavera que comienza, este nuevo año solar donde espero que la luz no me abandone, y donde pueda seguir buscando en la senda esa que ha marcado mi tránsito. Hoy recuerdo a Rainer, cuyos versos navegan en el mar de mis querencias, y esquivan los escollos de los recuerdos terribles y trasmutan el pasado en un trabajo óptimo de búsqueda incesante.

Espero que alguien llegué alguna vez a vibrar en las misma nota que Rilke y que de alguna manera entienda lo que quiero decir en estas humildes líneas, que este equinoccio ponga a plomo su alma y sus recuerdos y que les permita recordar eso que está oculto en un lenguaje secreto en nuestro propio hígado y que canturrea incesantemente el ritmo de nuestro propio corazón.


          Canción de los ángeles


No he soltado a mi ángel mucho tiempo,
y se me ha vuelto pobre entre los brazos,
se hizo pequeño, y yo me hacía grande:
de repente yo fui la compasión;
y él, solamente un ruego tembloroso.

Le di su cielo entonces: me dejó
él lo cercano, de que él se marchaba;
a cernerse aprendió. yo aprendí vida,
y nos reconocimos . lentamente...

Aunque mi ángel no tiene ya deber,
por mi día más fuerte desplazado,
baja a veces su rostro con nostalgia,
como si no quisiera ya su cielo.

Querría alzar de nuevo, de mis pobres
días, sobre las cimas de los bosques
rumorosos, mis pálidas plegarias
basta la patria de los querubines.

Allí llevó mi llanto originario
y pensamientos; y mis diminutos
dolores se volvieron allí bosques
que susurran sobre él...

Sí algún día, en las tierras de la vida,
entre el ruido de feria y de mercado,
la palidez olvido de mi infancia
florecida, y olvido el primer ángel,
su bondad, sus ropajes y sus manos
en oración, su mano bendiciendo;
conservaré en mis sueños más secretos
siempre el plegarse de esas alas,
que como un ciprés blanco
quedaban detrás de él...

Sus manos se quedaron como ciegos
pájaros que, engañados por el sol,
cuando, sobre las olas, los demás
se fueron a perennes primaveras,
han de afrontar los vientos invernales
en los tilos vacíos, sin follaje.

Había en sus mejillas la vergüenza
de las novias, que el espanto del alma
tapan con púrpuras oscuras
ante el esposo.

Y en los ojos había
resplandor del primer día:
pero sobre todo
descollaban las alas portadoras...

Había expectación en la llanura
por un huésped que no acudió jamás:
aún pregunta tal vez el jardín trémulo:
su sonrisa después se vuelve inválida.

Y por los barrizales aburridos
se empobrece en la tarde la alameda,
las manzanas se angustian en las ramas
y les hacen sufrir todos los vientos.

Es donde están las últimas cabañas
y casas nuevas que, con pecho angosto,
se asoman estrujadas, entre andamios miedosos,
quieren saber dónde empieza el campo.

Allí la primavera siempre es pálida, a medias,
el verano es febril tras esas tablas:
enferman los ciruelos y los niños,
y tan sólo el otoño allí tiene algo

de remoto y conciliador: a veces
son sus tardes de suave derretirse:
dormitan las ovejas, y el pastor con zamarra
se apoya, oscuro, en la última farola.

Alguna vez ocurre en la honda noche
que se despierta el viento, como un niño,
y pasa la alameda, solitario,
quedo, quedo, llegando hasta la aldea.

Y a tientas va marchando hasta el estanque
y se para después a oír en torno:
y las casas están pálidas todas
y las encinas mudas...



      Un día tomé entre mis manos...

Un día tomé entre mis manos
tu rostro. Sobre él caía la luna.
El más increíble de los objetos
sumergido bajo el llanto.
Como algo solícito, que existe en silencio,
tenía que durar casi como una cosa
y con todo nada había en la fría noche
que más infinitamente se me escapara.
Oh, porque desembocamos en estos lugares,
se apresuran hacia la pequeña superficie
todas las ondas de nuestro corazón,
voluptuosidad y desfallecimiento,
y al fin, ¿a quién ofrecemos todo esto?
Ay, al extraño, que nos ha malentendido,
ay, a aquel otro, que nunca hemos encontrado,
a aquellos siervos, que nos han maniatado,
a los vientos de primavera, que se han desvanecido,
ya la quietud, la perdedora.

domingo, 16 de marzo de 2014

BACH, EL CAFÉ Y LA CUARESMA





En estos tiempos cuaresmáticos, donde deberían estar presentes los sacrificios para poner a las bajas pasiones, es decir a los instintos corporales a raya, normalmente no se toma café, sobre todo aquellos que hacen cuaresma estricta. Yo no tomo café pero trabajo con café, así que la sala de la casa que habito está llena de café en verde y tostado. Hoy pienso en el pasado, en otras épocas de recogimiento y recuerdo fuertemente a Bach y su sublime música. Lo normal es que pusiese acá El arte de la Fuga o la Pasión según San Mateo obras acordes y que me gustan mucho, que además me recuerdan mis tiempos en la Escuela, y por su puesto a mi primera maestra y directora. 

Bach de verdad me llega al alma, me conmueve, me estremece, de verdad considero que su música es sublime, celestial... acá les dejo una cantata poco conocida, espero que les guste tanto como a mí.





J. S. Bach - "Schweigt stille, plaudert nicht" ("Kaffeekantate"), BWV 211