martes, 2 de diciembre de 2008

RILKE Y LA POESÍA CLARIVIDENTE


Rainer a la izquierda en Rusia con Lou Andrea-Salomé

Dicen que los poetas, los verdaderos, los universales son verdaderos clarividentes. Que ven la realidad más allá de la apariencia, que ven el universo con mirada profunda, con mirada de sagitarianos. Los poetas son místicos, o Casandras de las letras, que dicen las verdadades, predicen el futuro, cantan el destino, profanan el tiempo sin que nadie le crea. ¡Ah! Agamenón, cuantos hachazos hubieras evitado. La poesía hace del lenguaje una tierra donde cultivan la belleza, la vida, o muestran lo inevitable de la muerte.
Rainer María Rilke es otra Casandra, otro clari-vidente que juega con el lenguaje, en su caso el alemán, ese mismo de Goethe, ese mismo en el que se ha explorado al hombre, al saber y a todos los pensadores de la humanidad. Rilke es más que"Cartas
a un joven poeta", su sensibilidad lo llevó a entender que el amor según entendían los griegos es ponerse en armonía uno con el otro, afinarse cual instrumentos, eso que viene de filia, de filo-sophia, que es ponerse en armonía, afinarse con la idea que el universo es todo uno. En su dulce e impactante poema Canción de amor lo muestra. Rilke, cuyo nombre lo cambió de Renné a Rainer Lou Andreas-Salomé la misma de Reé, Nietzsche y Freud; supo lo que sabian los antiguos griegos, que no hay amor sin armonía, sin afinación no dejó ésta bella pieza que me conmueve y me turba y hoy me hace sentir desolado y solitario pero con una dulzura difícil de expresar.

Otra traducción:

CANCIÓN DE AMOR

¿Cómo sujetar mi alma para
que no roce la tuya?
¿Cómo debo elevarla
hasta las otras cosas, sobre ti?
Quisiera cobijarla bajo cualquier objeto perdido,
en un rincón extraño y mudo
donde tu hundura vibra.

Pero todo aquello que tocamos, tú y yo,
nos une, como un golpe de arco,
que una sola voz arranca de dos cuerdas.
¿En qué instrumento nos tensaron?
¿Qué violinista nos tiene en la mano?
¡Oh, dulce canción!





POR TI, PARA QUE UN DÍA LLEGARAS

Por ti, para que tú un día llegaras,
¿no respiraba yo a media noche
el flujo que ascendía de las noches?
Porque esperaba, con magnificencias
casi inagotables, saciar tu rostro
cuando reposó una vez contra el mío
en infinita suposición.
Silencioso se hizo espacio en mis rasgos;
para responder a tu gran mirada
se espejaba, se ahondaba mi sangre.
¡Qué expresión fue sembrada en mi interior
para que, cuando crece tu sonrisa,
proyecte sobre ti espacio cósmico!
Pero tú no vienes, o vienes demasiado tarde.
Precipitaros, ángeles, sobre este
linar azul. ¡Segad, segad, oh ángeles!

Versión de Jaime Ferrero Alemparte

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