Charles Baudelaire (1821-1867) es uno de los llamados poetas malditos, y es considerado cómo padre y modelo de la poesía moderna. Vivió en la Paris del Quartier Latin con sus jóvenes intelectuales, del Mont Matre con sus pintores, la París del modernismo, de Delacroix, de los impresionistas, de la vida bohemia, del Moulin Rouge, de los bistrots donde la tertulia giraba en torno a una copa de abshyntum, el llamado Hada verde que según decía podía conducir a la locura e incluso a la muerte.
En lo personal Baudelaire me gusta mucho sus Flores del Mal me marcaron en lo más profundo de mi alma de jóven estudiante. Su pesimismo, su ironía, su mirada oscura del hombre y sus pasiones me influyeron y me alejaron de la cotidianidad, de la estupidez de lo púberes, me hicieron compañía en mi vida de outsider, de extranjero, de ajeno a todo, me hicieron sentirme no tan sólo.
Les dejo este poema que me gusta mucho, quizás una de la opciones de embriaguez debió ser Ajenjo.
EMBRIÁGUENSE
Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, a vuestro gusto. Pero embriáguense.
Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:
“¡Es hora de embriagarse!
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo,
¡embriáguense, embriáguense sin cesar!
De vino, de poesía o de virtud, a vuestro gusto.